sábado, 10 de noviembre de 2018

ARTÍCULO DE MARIA JIMENA SOLÉ SOBRE LA "ÉTICA" Y COMENTARIO POSTERIOR

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Las enseñanzas de la Ética de Spinoza [1]
María Jimena Solé
Traducción de Alfredo Lucero Montaño

En el Tratado teológico-político (TTP),[2] Spinoza postula que “el fin de la filosofía no es otro que la verdad” (GIII/179). Esta descripción se completa con las primeras páginas del Tratado de la reforma del entendimiento (TdIE) donde Spinoza presenta sus propios motivos para recurrir a la reflexión filosófica. En estas páginas, Spinoza afirma que la reflexión sobre la cuestión de si existe un verdadero bien fue originada por su experiencia de un sentido de futilidad en relación con la mayoría de las cosas que suceden en la vida cotidiana. Esta experiencia le hizo preguntarse si había un bien que, en sí mismo, lograra afectar al espíritu y le hiciera “gozar eternamente de una alegría” de una manera consistente (GII/5). Por ello, la necesidad de la búsqueda de la verdad se le impuso como resultado de lo que podríamos llamar una experiencia de vida.

Pero el deseo de encontrar el verdadero bien implicaba un cambio completo en su forma de vida. Tuvo que abandonar la búsqueda de lo que las personas generalmente asocian con los bienes más importantes: la riqueza, el honor y los placeres corporales, ya que éstos son bienes manifiestos e inseguros que distraen la mente y dejan a aquellos que los persiguen en un estado permanente de insatisfacción. Además, dice, a menudo terminan poniendo en riesgo la vida de la persona que los persigue cuando son buscados como bienes en sí mismos y porque representan ciertos males. En cambio, Spinoza escribe: “el amor hacia una cosa eterna e infinita apacienta el ánimo con una alegría totalmente pura y libre de tristeza, lo cual es muy de desear y digno de ser buscado con todas nuestras fuerzas” (GII/7). Spinoza admite, sin embargo, que no es capaz de realizar tal cambio. Reconoce que no puede dejar de ser afectado por la codicia, la lujuria y la gloria.

Entonces, ¿cómo se logra cambiar la forma de vivir de acuerdo con los requisitos de la filosofía? ¿Cómo se puede dejar atrás el modo de vida vulgar que relaciona la felicidad con los conceptos de riqueza, honor y placer para convertirse completamente en un reflejo del verdadero bien, en la búsqueda de la felicidad auténtica? La respuesta de Spinoza apunta a la posibilidad de reemplazar el círculo vicioso, que amenaza a la filosofía en convertirla en inocua, en un círculo virtuoso que refuerce constantemente su propia necesidad. Escribe:

Sólo veía una cosa: que, mientras mi mente se entregaba a esos pensamientos, se mantenía alejada de aquellos otros y pensaba seriamente en la nueva tarea. Esto me proporcionó un gran consuelo, puesto que comprobaba que esos males no eran de tal índole que resistieran a todo remedio. (GII/7)

Spinoza afirma que los momentos dedicados a la reflexión, que eran raros y breves al principio, aumentaron en frecuencia y duración en la medida que conocía la naturaleza del verdadero bien, lo que le permitió descubrir una primera, fundamental, verdad: que no hay bien o mal, no hay perfección o imperfección en la naturaleza, porque “todo cuanto sucede se hace según el orden eterno y según las leyes fijas de la Naturaleza”. (GII/8) La filosofía — la búsqueda de la verdad a través de la razón– que Spinoza había empezado presentándola como necesaria para hacer soportable la vida –como un medio para combatir la inutilidad de los acontecimientos mundanos– se revela, al final, como algo valioso en sí mismo. Así, Spinoza identifica el “bien supremo” con la adquisición de una naturaleza humana que es más estable (menos expuesta a las fluctuaciones de las pasiones) y más perfecta (más potente). Esta naturaleza consiste en el conocimiento de la naturaleza y su unión con el ser humano.

La preocupación práctica (para alcanzar la felicidad y encontrar un bien que proporcione una alegría duradera) produce la necesidad de asumir una actitud teórica (investigar si existe el verdadero bien) que, a su vez, implica en sí mismo un cambio de conducta. Así, el cambio en la forma de vida se produce de una manera doble. Realizar una investiagación racional proporciona evidencia para descubrir el verdadero bien en esa misma investigación racional. Porque, mientras reflexionamos, conquistamos –aunque sólo sea en breves instancias– un estado de verdadera felicidad. Además, las verdades que descubrimos debido a la meditación racional —por ejemplo, que no hay nada bueno o malo en la naturaleza o que los bienes que persiguen las personas comunes suelen tener efectos éticos adversos— nos hacen cambiar la forma en que valoramos el mundo. Además, eliminan los obstáculos que impiden nuestra adquisición del verdadero bien. El conocimiento y la felicidad se revelan como aspectos integrales de cada uno. Para encontrar el bien más elevado, uno debe entender la naturaleza, y mientras uno entiende, es decir, piensa racionalmente y adquiere un conocimiento verdadero de la naturaleza, uno posee el bien más elevado.

Spinoza entonces pregunta qué debemos hacer para adquirir el conocimiento de la naturaleza que es constitutiva de una naturaleza humana estable y que coincide con su bien más elevado. ¿Qué debemos hacer, es decir, para poder filosofar? “Pero, ante todo,” responde, “hay que excogitar el modo de curar el entendimiento y, en cuanto sea posible al comienzo, purificarlo para que consiga entender las cosas sin error y lo mejor posible” (TdIE, GII/15). Spinoza reflexiona a continuación sobre los medios para aprehender: su método y la noción de certeza. El primer resultado de esta reflexión, que ocupa a Spinoza durante las partes restantes de la TdIE, es que no existe un criterio para la certeza diferente de la verdad. Spinoza escribe que “para la certeza de la verdad no se necesita ningún otro signo, fuera de la posesión de la idea verdadera” (GII/15). Por lo tanto, Spinoza afirma, mientras discute implícitamente con Descartes, que el verdadero método “no consiste en buscar el signo de la verdad después de haber adquirido las ideas, sino en el camino por el que se buscan, en el debido orden, la verdad misma o las esencias objetivas de las cosas o las ideas (pues todo esto viene a ser lo mismo)” (GII/15).

Es importante advertir que el método así descrito no es un preludio de la filosofía. No es un medio para examinar ideas ya adquiridas por medio de una condición extrínseca. El método auténtico, afirma Spinoza, es el camino a través del cual uno busca ideas verdaderas. Por lo tanto, purificar la forma en que uno llega a comprender o adquirir conocimiento no es una condición previa de la filosofía. Por el contrario, podríamos pensar que el método verdadero para purificar la mente y liberarla del error es la filosofía en sí misma.

La filosofía, para Spinoza, es una práctica, una búsqueda, un camino que conduce a la verdad y la felicidad. Con este fin, y en la medida en que la Ética demostrada según el orden geométrico (Ética) es la exposición más completa y madura de la filosofía de Spinoza, no debemos entender que sus lecciones se limitan a la naturaleza verdadera de la naturaleza y la naturaleza humana. Debe considerarse que su lección más importante consiste en algo más: algo que no apunta ni al conocimiento que ya poseemos ni a las verdades que ya hemos descubierto, sino a los medios por los cuales es posible reconocer estas verdades como tales y producir nuevos conocimientos.

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